marinero, el mar me corre en la sangre
y en mis ojos los esteros
las salinas es mi cante
y el levante es mi sombrero.
Marinero y ahora no sé qué me pasa
Sevilla cuando te veo
que aunque la marea me arrastre
de tu la(d)o irme no puedo.
Mirando al mar he vivi(d)o
y ahora maldita mi suerte
mi corazón se escapa y remonta el río
remonta el río, Sevilla pa(ra) verte.
Aquella primaverita, mañanica
te dije en tu ventanica que te quería.
Aquella mañana borracho de olores
de incienso y jazmín.
Aquella primaverica, mañanica de abril.
Y el aire en tu pelo tu pelo en el aire
que rojo tu boca de rojo clavel de
aquella primaverica, mañanica que te besé.
y aunque los años trajeran amores que ya se han perdí(d)o
Aquella primerica mañanica no olví(d)o.
Y Al-Mútamid sin Ruma y Quilla
bajó de su caballo y mira Sevilla
por última vez, Torro del Oro, Giralda,
miró por ultima vez,
ante el destierro prefiero una muerte sin Edén.
Y al poeta Al-mútamid,
se le secaron* los ojos del agua del Guadalquivir.
y que me perdone Alá y los sabios del Corán
la meca y mis hermanos
que por quedarme en Sevilla, yo me bautizo Cristiano.
Tristezas y alegrías. Ritmo pausado y ritmo lento. Lluvia y sol. Claros y oscuros. Estas sevillanas (ya sabéis que nunca fui de sevillanas) del descubrimiento de esta semana santa, David Palomar, me han arrancado algo para no poder dejar de escucharlas. Son como este viernes, son como esta semana santa, y aún como unos meses atrás. De sí y de no. De mañana quién sabe.
Si lloré contigo no fue de pena, fue de alegría,
fue de alegría,
contigo la vía manos llenas siempre venía
contigo mi botella nunca vi medio vacía
si suspiré fue de amor
nunca de angustia, nunca de celo
contigo mi cuerpo tembló de placer, y nunca de miedo.
Y ahora sin tí,
la cruel distancia,
el alma me quema,
suspiro de angustia, tiemblo de miedo y lloro de pena.
* Debería decir inundaron, en realidad.
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