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viernes, 23 de noviembre de 2007

Seguirillas en una azotea andaluza

Algunos tienen arte hasta para elegir escenario. Una azotea inmensa. Una azotea gigantescamente inmensa. Demasiado ancha. Blanquísima, que se sale de el resto de los tejados. Donde poder cantar a voz en grito. Donde poder quejarse con aires de seguirilla.
Azul y blanco.




Claveles, mi Aurora, son del amor mío.
Bendito sea el día y la hora en que te he conocío.

Si algún día yo a tí te llamara y tu no vinieras,
la muerte amarga a mi me diera y no la sintiera.

El corazón durito como la piera tiene esta mujer.
Y como yo estaba mu malito en la cama no me vino a ver.

Dios mandó el remedio pa este mal mío
el de mi compañera y que no lo hay
no lo encuentro.

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